domenica, gennaio 21, 2007

No hay Otredad




Hay hombres para los que no es intolerable el dolor de los niños, ni ningún dolor. Esos hombres quemaron niños en los desiertos sirios del norte, asfixiaron hasta el fin a judíos en las cámaras de gas de tantos campos de concentración de Alemania, echaron fuego vengativo sobre Dresde, empalaron hombres jóvenes, muchachos, chicos de dieciséis años en los 340 campos de concentración que había en la Argentina hacia 1978, hicieron el horror de los campos soviéticos de trabajo y diseñan en Wall Street un sistema económico que se ve amenazado “por una mezcla venenosa de desigualdad y salarios estáticos” (La Nación, 20/01/ 2007). Sólo me permitiré corregir la expresión: “salarios estáticos”. Quien tiene un salario estático tiene un trabajo. La “globalización” que, en muy buena hora, ven amenazada en el diario de los empresarios, produce algo mucho peor que “salarios estáticos”. Produce hambre. Produce hambre hasta morir. El genocidio de la “globalización” es menos espectacular. No usa misiles. No utiliza ejércitos. No quema gente. Mata por escasez, por insuficiencia, por penuria. Hay un concepto que Sartre utiliza en la Crítica de la Razón Dialéctica: el de “rareza”. Quiere decir que es “raro” (escaso, insuficiente) lo que necesito para vivir. Esto señala a una gran parte de la humanidad como “sobrante”. Si no hay para todos, pero de lo que hay casi la totalidad queda en manos de los ricos, los “sobrantes” crecen incesantemente. Ser “sobrante” es morir. La “globalización” mata estructuralmente. Funciona para matar. De aquí que seamos enemigos del “libremercado”. Al menos como funciona hoy. (Aunque no recuerdo cuándo funcionó de otro modo, pero no importa: es otra cuestión.) Hoy funciona generando “sobrantes”. El “libremercado” no integra. Se lo han comido los poderosos: NO ES LIBRE, ES DE ELLOS. ¿Tan difícil es ver esto? No. Si no se lo ve es porque quienes no quieren verlo participan del goce de los no-sobrantes. Por cada no-sobrante hay miles, millones de sobrantes. Este es el genocidio estructural del capitalismo del siglo XXI. ¿Por qué el capitalismo ha llegado al genocidio? Porque no necesita mano de obra, fuerza de trabajo. O sólo la necesita especializada. O la necesita en servicios. O la necesita muy escasamente. El resto sobra. El sistema globalizador los constituye en tanto sobrantes y es esta condición la que los llevará a morir.

La “globalización” miente. No hay “globalización”. Se globaliza una particularidad que quiere imponerse como totalidad. Esa particularidad –al no poder ser nunca una totalidad, ya que no puede totalizar desde sí a un resto que es diverso, distinto, diferenciado– se constituye no en un Todo, sino en un Falso-Todo. La “globalización” quiere ser lo Uno y negar al Otro. Una democracia, sin embargo (y digo algo elemental), sólo existe cuando, desde mí, reconozco la Otredad del Otro. Esa Otredad es su diferencia. Si yo reconozco la autonomía y la soberanía de esa diferencia reconozco la Otredad del Otro. Para la “globalización” (para el Falso-Todo) no hay Otredad. Busca imponer el dominio de lo Uno. Esto busca Estados Unidos (y sus aliados) en el ancho y –les guste o no– ajeno mundo. El imperialismo colonialista, que es un invento de Estados Unidos en el siglo XXI, es impracticable. Los ingleses podían colonizar la India y quedarse en ella. Les llevaban la Modernidad y eso era progresivo (al menos, durante un tiempo). Estados Unidos no lleva nada a Irak. Lo invade para saquearlo. De donde su colonialismo no puede instalarse como el británico en la India. Así, se va deteriorando. Llevan ya tres mil muertos. Los muertos norteamericanos llegan de noche en bolsas de plástico. Pero las familias los reciben de día y reciben desechos, fragmentos goyescos, troncos sin brazos, sin piernas, caras sin ojos, brazos sin manos. Reciben monstruos. Despojos de una guerra inútil, que cada vez entienden menos, rechazan más. El sargento brutal que los conduce (y al que ya eligieron dos veces) no se retirará. Porque si algo le falta es inteligencia. Es un bruto, sin más. Y los brutos, al carecer de razón, se afirman en el orgullo. Y el orgullo, en ellos, es empecinamiento. El empecinamineto, en Bush, será quedarse en Irak, aunque cada noche y cada vez más lleguen esas bolsas de plástico, con los hijos muertos, desapedazados de quienes lo votaron. No digamos que lo merecen, porque nadie merece eso. Pero esos “boys” vienen muertos porque, allá, lejos, ellos también mataron. El Falso-Todo revela su falsedad militar. Esa falsedad es la derrota.

Juan Pablo Feinmann, Nada bueno está por pasar, Página12, hoy

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